ESTILOS DE VIDA Y OTROS FACTORES

Envejecimiento y estilos de vida

Hace años que se conocen los efectos inequívocos de factores ambiéntales sobre los procesos de envejecimiento y sus enfermedades asociadas, especialmente los relacionados con la alimentación y la actividad física. Están recogidos en diversos informes de la OMS y reflejan la culminación del enfoque ecológico de la salud iniciado por Lalonde en 1974 y promovido por la OMS a partir de 1986 con el programa Salud para todos en año 2000. Este conocimiento no solo permitió establecer recomendaciones nutricionales y de estilos de vida, sino también realizar programas de intervención para reducir mortalidad cardiovascular (OMS, 1986), con resultados exitosos en la prevención de muerte prematura por enfermedad cardiovascular y también de algunos tipos de cáncer que permitieron, no solo años a la vida, sino vida a los años. Además aumentan los programas establecidos por las instituciones sanitarias que incluyen medidas pro-activas para que los ancianos puedan promover su propia calidad de vida.

La certeza de que el proceso de envejecimiento y muchas de las enfermedades degenerativas y tumorales que le acompañan pueden controlarse mediante “estilos de vida adecuados”, surge de tres fuentes principales:

a) La experimentación animal,
b) La comparación de los procesos de envejecimiento y
c) De las incidencias de enfermedad degenerativa y tumoral asociadas a la vejez en poblaciones que desarrollan sus ciclos vitales en diferentes condiciones ecológicas.

Otros factores:

Hasta el momento solo hemos descrito el proceso de envejecimiento al interior de la célula, debemos considerar que la célula no es una estructura aislada sino bajo la influencia de numerosos mensajes extracelulares y del medio ambiente. Cada minuto llegan a las células estímulos para inducir o inhibir la producción de proteínas, estimular la división celular o regular una función fisiológica específica. Los mensajes son enviados a través de los mejores mensajeros intercelulares, las hormonas. Existen evidencias de que varias hormonas son determinantes en el proceso de envejecimiento, su deficiencia induce características fenotípicas de la senescencia; ejemplo de ello es la menopausia, el déficit de estrógenos hace que las mujeres entren en un periodo durante el cual hay cambios en su masa ósea, aceleración en la arteriosclerosis, inestabilidad vascular etc. Si estas hormonas son reemplazadas, el proceso puede revertirse y la aparición de algunas enfermedades relacionadas con el envejecimiento puede prevenirse.

Algo similar ocurre con la hormona del crecimiento. Los niveles de esta hormona disminuyen con la edad y al darse como suplencia, algunos de los cambios relacionados con el envejecimiento (masa muscular, masa ósea) pueden recuperarse. Sin embargo, ¿Es el envejecimiento consecuencia del déficit hormonal o son el déficit hormonal consecuencia del envejecimiento?

Aunque es difícil responder a esa pregunta existe evidencia de que en el caso de la menopausia el ser humano es la especie que por un más prolongado período de tiempo sufre de deprivación hormonal, en este caso estrógenos, si se le compara con especies similares. A pesar de ello, las otras especies envejecen al mismo ritmo y severidad aun sin sufrir de prolongada deprivación hormonal. Esto no excluye la teoría hormonal pero sustenta la posibilidad de que el déficit hormonal es tan solo la expresión de los cambios del envejecimiento en las glándulas endocrinas.